martes, 26 de junio de 2012

Lecciones a Merkel de un nonagenario - Gonzalo López Alba

Gonzalo López Alba
Sentado en una silla de ruedas y con un cigarrillo en la boca, el patriarca vivo del socialismo alemán, Helmut Schmidt, pronunció el 4 de diciembre del año pasado, con ocasión del congreso de su partido (SPD), un discurso cuya lectura resulta imprescindible para entender la actitud que ante la crisis europea mantienen los alemanes, incluida Ángela Merkel, y también para tomar conciencia de los peligros que acechan el futuro de Europa. Para valorar en sus justos términos sus reflexiones y advertencias, conviene tener presente que Schmidt, que ahora tiene 93 años de edad, combatió en la II Guerra Mundial y fue el canciller de su país entre 1974 y 1982 (antes ministro de Hacienda), cargo desde el que impulsó la creación del Fondo Europeo de Desarrollo Regional, del Sistema Monetario y del sufragio universal para la elección del Parlamento Europeo.

La historia de Europa. “Es una serie interminable de luchas entre la periferia y el centro, y viceversa. Cuando los soberanos, los estados o los pueblos del centro de Europa eran débiles, sus vecinos de la periferia avanzaban hacia el débil centro. Pero cuando las dinastías o los Estados del centro de Europa eran fuertes, ¡o cuando se sentían fuertes!, entonces eran ellos quienes atacaban a la periferia”.
El origen de la Unión Europea. “No fue ningún idealismo lo que estuvo detrás de los inicios de la integración europea en 1950. Era una garantía contra la posibilidad de que los alemanes se dejaran seducir, una vez más, por la política de la fuerza. Aquellos que no hayan comprendido este motivo inicial de la integración de Europa, carecen de una condición previa imprescindible para poder resolver la actual crisis europea”.


Cómo se sienten mirados los alemanes. “Si observamos Alemania con los ojos de nuestros vecinos, veremos que, desde hace una década, provoca malestar y, últimamente, también inquietud política. Nuestra fortaleza económica y nuestra paz social, tan estable comparativamente desde hace décadas, también han despertado envidias, especialmente porque nuestra tasa de desempleo y nuestra tasa de endeudamiento están claramente dentro de la normalidad internacional. En muchas capitales europeas aflora de nuevo una preocupación creciente por la dominancia alemana. Cuando se exige a Alemania un papel de líder europeo, esto también despierta en nuestros vecinos suspicacias y recelos. Y despierta malos recuerdos”.


Lo que los alemanes no ven. “No somos plenamente conscientes de que nuestra economía está integrada en gran medida en el mercado común europeo y en el mundo globalizado. Todos nuestros superávits son, en realidad, los déficits de otros países. Nosotros, los alemanes, tenemos motivos para estar agradecidos. La reconstrucción de Alemania no habría sido posible sin la ayuda de nuestros vecinos. Hoy en día, la clase política alemana quizá no es suficientemente consciente de esta solidaridad. Debemos demostrar que somos dignos de la solidaridad que recibimos con nuestra propia solidaridad hacia nuestros vecinos”.


Advertencias a los políticos alemanes.
“Si los alemanes nos dejáramos llevar por nuestra fortaleza económica a reclamar un papel de liderazgo político en Europa o, al menos, a actuar como primus inter pares, una creciente mayoría de nuestros vecinos se opondría activamente. La inquietud de la periferia ante un centro europeo demasiado fuerte resurgiría rápidamente. Las consecuencias probables de dicha evolución serán destructivas para la UE. Y Alemania caería de nuevo en el aislamiento. Alemania, tan grande y tan eficiente, necesita, ¡también para protegerse de nosotros mismos!, la inclusión en la integración europea”.


El futuro de Europa. “Si la Unión Europea no alcanza en las próximas décadas una capacidad de acción conjunta, aunque sea limitada, puede producirse una marginación auto infligida de cada uno de los Estados europeos y de la civilización europea [En 2050 cada una de las naciones europeas será únicamente una fracción del 1% del total de la población mundial]. Tampoco podemos excluir, en dicho caso, un resurgimiento de las pugnas por la competencia y el prestigio entre los Estados que conforman Europa. En tal caso, el antiguo juego entre el centro y la periferia podría repetirse de nuevo”.


La solución de la crisis. “Cuando los europeos reúnan el valor y la fuerza para una regulación interventora de los mercados financieros, podremos volver a medio plazo a una zona de estabilidad. Pero si fallamos, el peso de Europa seguirá disminuyendo, y el mundo avanzará hacia un duunvirato entre Washington y Pekín. Si nadie más quiere actuar, deberán hacerlo los países del euro. Quien crea que Europa puede sanearse con recortes presupuestarios, debería estudiar las fatales consecuencias de la política de deflación de Heinrich Brüning, en 1930-32. Desencadenó una depresión y una cifra de paro insoportable y además provocó el hundimiento de la primera democracia alemana”.


Lo que Schmidt omitió en su discurso fue el recuerdo de que el nazismo de Hitler que desencadenó la II Guerra Mundial tuvo su caldo de cultivo en la humillación a la que Alemania fue sometida tras la primera contienda mundial, con la imposición por los aliados de unas reparaciones económicas de imposible cumplimiento. Hoy, Alemania, con conciencia o sin ella, está embarcada en una nueva guerra, en la que los únicos disparos son los que se descerrajan los excluidos del sistema, pero igualmente sus hordas financieras avanzan a pasos agigantados hacia el mismo objetivo: la colonización de otros países. Así las cosas, no parece que España tenga otra salvación que la alianza con Italia y Francia, que son los siguientes, con Bélgica, en el carné de baile de la prima, si no se la obliga a sentarse.


Si algo es Europa es una civilización y Grecia, no se olvide, es la cuna en la que nació. Hoy, en 2012, yo también me siento griego.