viernes, 6 de julio de 2012

Roma no paga traidores. El PP tampoco - Antonio Campos Romay

Antonio Campos Romay
Cuando el cónsul Escipión ordeno ejecutar a Àudax, Ditalco y Minurus, los asesinos que traicionaron a Viriato, desde el prudente convencimiento de que los traidores nunca son de fiar dicen que pronunció una frase, que seguramente tenga mas de literaria que de real,  pero que por apropiada quedaría afincada en el imaginario colectivo. Roma no paga traidores.

Según relata la tradición a otro traidor notorio, Judas, al igual que a Audax y sus corifeos su acto de indignidad le valió de bien poco. La diferencia es que Judas tuvo el gesto de poner fin a su vida asqueado de su indignidad y que las treinta monedas de plata no lograron paliar sus remordimientos.


Seguramente en la calle Génova, sede del partido que nos gobierna, alguien tomó nota de la historia. Y obró en consecuencia, dejando en manos de Soledad la Defensa del Pueblo y en la mayor soledad tras haberlos usado como polichinelas útiles a los pedigüeños que los importunaban  desde antes del naufragio de la “rive gauche”. 


Meritorios sin pudor pujando a lo largo de un periodo nada corto más que por la defensa de sus conciudadanos por la de su personal interés. Personas sin más fe ni creencia que el provecho personal. Con moralidad de pelele hueco haciendo punta de lanza de la religión convertida en actitud que no sentimiento, como muleta para aviar un caminar torcido de fanatismo dramatizado, que no  virtuoso. Tan hueco como algunas campañas mediáticas que por su tozudez no dejan de ser curiosas.

Tales pedigüeños, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran en la sombra, difaman con felona suavidad y envuelven las miserias de su personalidad en los ropones de la mentira permanente. Ortodoxos de la Obra de Dios en clave de nacionalcatolicismo, seguramente estiman superflua cuando no pecaminosa la lectura de textos  islámicos. Por ello perdieron la oportunidad de conocer unas prescripciones del Profeta a los suyos, que parecen bastante razonables.  “Está vedado que un musulmán mendigue a los otros sin necesidad directa, perdiendo así su honor y su dignidad”. "Quien mendiga sin necesidad es como una persona que sujeta una brasa ardiente en su mano" “Quien pide limosna de la gente ajena para aumentar su fortuna tendrá su rostro desgarrado y comerá piedras ardientes del Infierno” "Habrá personas que seguirán mendigando hasta que se encuentren con Dios (en el Día del Juicio) sin nada de carne en sus rostros".


La institución de Defensor del Pueblo trasplantada a nuestra sociedad desde la cultura anglosajona, en orden a sus frutos parece notablemente prescindible –especialmente en tiempos de zozobra económica-, tanto como sus fotocopias autonómicas. Especialmente si el Congreso de los Diputados respondiese a una de sus obligaciones, ser voz de los ciudadanos y defensor y custodio de sus derechos. Quizás lo más reseñable en su biografía sea su utilidad como confortable acomodo para agradecer servicios prestados o aparcar trayectorias agotadas. Quizás lo máss significado, las numerosas perlas dejadas en su ejercicio por el Sr. Mújica en la lejanía madrileña o más  próximo por el recién cesado “defensor” en Santiago.


Puede que no haya mucho que esperar de Doña Soledad o puede que sí. Aunque al menos existe la garantía de un talante abierto, sinceramente democrático y respetuoso con lo plural. Lo mismo en ella que en el caso del Sr Marugán. Un socialista coherente y con solera ideológica. Con probada lealtad a sus principios. Por lo menos, – y no es poco-, aparentan y sus historias los avalan, que no harán uso de sus limitadas competencias para ser azotes de los derechos civiles, de las mujeres y sus conquistas, de los homosexuales, de los laicos, de los que entienden España de forma distinta…

Que Dios, en honor de los que en él confían, bendiga los pasos de los prescindibles y esforzados defensores recién nacidos. Y que en su inmensa bondad lleve el sosiego y un rayo de luz a los corazones de los fatigosos y despechados mendigos, burladores burlados.

Por cierto D. Antonio Machado decía, “En el análisis psicológico de las grandes traiciones encontraréis siempre la mentecatez de Judas Iscariote”.